La esperanza no defrauda (Rom 5,5)

¿Sigue siendo válido hablar de esperanza en un mundo que se caracteriza por correr a una velocidad vertiginosa?…

¿Al hombre y a la mujer de nuestro tiempo… aún le quedan ganas de seguir esperando?…

¿Qué tanto más somos capaces de esperar, frente a un mundo y una sociedad plagada de promesas sin cumplir?…

Estas y otras más son preguntas que hoy día están presentes, sin querer queriendo, en el cotidiano de muchas por no decir que en todas las personas de nuestro tiempo. Esperanza es una virtud que hoy día hay que recuperar, pues nos hace falta, mucha falta; y esto se debe a que es un anhelo fundamental que llevamos muy en lo profundo de nuestro ser y por lo tanto forma parte de nuestra propia naturaleza humana.

No se tu… pero a mi, la verdad me cuesta mucho esperar, lo confieso: soy bastante desesperado, muchas veces soy impaciente y cuando en diversas ocupaciones de la vida diaria me veo superado por el tiempo, entonces me viene la desesperación, es decir mi capacidad de esperar llega a un punto límite o definitivamente, se ha agotado. Con esto reafirmo que la esperanza está aún sin darnos cuenta siempre presente; y no es casualidad, pues Aquel que nos ha creado, ha puesto en nuestro interior el deseo profundo de infinito, por ello ya desde el mismo origen, al ser creado el hombre y posterior a la caída ocasionada por el pecado, Dios se presenta en la vida del hombre y en la historia de la humanidad como un Dios de esperanza y para demostrarlo le ofrece al mundo y en particular a cada hombre y a cada mujer una solución que al mismo tiempo es una promesa de esperanza: La promesa del Salvador (cfr. Gen 3,15); y de esa manera la esperanza suscitada por Dios, irrumpe por así decirlo en el corazón de cada persona y en la historia de la humanidad. Por lo que hemos de concluir que: ¡Dios es el dador de la esperanza y el mismo es un Dios de esperanza!

Es muy común en cotidianidad de la vida hoy día, que esta esperanza se vea puesta a prueba, no debemos desanimarnos, ¡justo de eso se trata! podríamos incluso decir que tener esperanza es como una especie de vacuna o antídoto que nos pone a salvo en medio del caos de nuestra propia vida y de la sociedad actual. La esperanza es poner nuestra mirada en un futuro mejor, es la promesa pactada desde antiguo de que en realidad “el mal no puede tanto” (Benedicto XVI, Homilía en el rezo de las vísperas con los obispos mexicanos en León Gto. 25.03.2012) y con ello se reafirma el que la esperanza nos conduce hacia el bien, nos conduce hacia Dios. Como decía San Agustín:”Deben buscar a Aquel que hizo todas las cosas, pues sólo Él es su esperanza, ahora es su esperanza, en el futuro Él será su bien” (San Agustín, sermón 313F).

Este año jubilar 2025 de manera especial la Iglesia nos invita a fortalecer y reanimar nuestra esperanza. Somos “Peregrinos de esperanza”, aquella que nunca nos falla, aquella promesa de un futuro mejor, aquella luz que brilla en medio de las tinieblas y nos anima en el trance de nuestras tribulaciones. “La esperanza no defrauda” (Rom 5,5), pues Dios jamás defrauda, nunca abandona, nunca falla.

Por Raúl Flores Bernal, OFS

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